sábado, 26 de enero de 2013

TEATRO ROMANO DE MERIDA




 

Cuando dibujamos en nuestra mente un teatro romano nos imaginamos una imponente escena semejante a la que conocemos en el teatro romano de Mérida. Muchos de quienes visitan, por turismo o, simplemente para ver el festival de teatro clásico que se celebra en sus ruinas, son conscientes de que este impactante teatro no nos llegó tal y como lo conocemos en la actualidad, se sabe que fue reconstruido pero no todos saben el proceso de reconstrucción del teatro y, los “aciertos o desaciertos” de su reconstrucción o, sus consecuencias, positivas o negativas en la actualidad como documento histórico.
Teatro romano de Mérida
                Hasta finales del siglo XIX los únicos restos que quedaban del teatro romano de Mérida eran las conocidas como “Siete Sillas”, unos restos que pertenecían a la parte alta del graderío que estaban construidos con hormigón revestido de sillares de granito que componían la fachada posterior del edificio.
                Son escasos los datos que existen sobre este teatro hasta principios del siglo XX. Solo algunas noticias ofrecidas por viajeros que visitaban las ruinas y algún grabado como el realizado por Wyngaerde en 1567.
                En el siglo XIX fotógrafos como J. Laurent inmortalizaron las ruinas del teatro retratando las famosas “Siete Sillas”, únicos restos que permanecían en pie.
Las "Siete Sillas" Foto: J. Laurent (entre 1860-1886). Archivo: IPCE Sig.: VN-05212
                Hubo que esperar hasta principios del siglo XX, en 1910, cuando se encargó las obras de restauración o, habría que especificar mejor,  de reconstrucción, del teatro romano de Mérida al prestigioso arqueólogo José Ramón Mélida, hermano del también reconocido arquitecto Arturo Mélida.
                Mélida, en colaboración con Maximiliano Macías, llevó a cabo una de las excavaciones arqueológicas de mayor envergadura hasta el momento con el fin de desenterrar todas las piezas originales del teatro para llevar a cabo una anastilosis (ver dicciopost) en el mismo.
                En primer lugar se desenterraron los restos de los muros de la estructura semicircular de la cávea y los materiales del escenario, los cuales habían sido destruidos deliberadamente y escombrados y se excavó también la orchestra.
                Mélida “exhumó” la mayor parte del edificio con escasos medios, documentando un gran número de columnas, esculturas y demás materiales principalmente correspondientes al frente escénico reconstruyendo éste mediante el procedimiento de la anastilosis.
                Pero esta reconstrucción no fue del todo adecuada o acertada ya que impidió que se pudiera analizar la evolución del edificio desde que fue abandonado hasta la actualidad del momento en que fue excavado al destruir en parte el yacimiento arqueológico (pero hay que tener en cuenta que los estudios sobre arqueología aún no estaban tan desarrollados como en la actualidad).
Graderío y escena del Teatro romano de Mérida. Foto: Antonio Passaporte (entre  1927-1936)
años en los que restauraba Antonio Gómez Millán
Archivo IPCE. Sig: LOTY-07603
                Otro de los “desaciertos” que esta reconstrucción tuvo fue el grado de “imaginación” que se llevó a cabo para reconstruir la escena ya que, al no existir documento gráfico o escrito que documentase cómo debió ser, se tuvo que basar en hipótesis y reconstrucciones donde la intuición personal no siempre se ajustó a la realidad científica del monumento, como se ha podido comprobar en la actualidad, aunque, siempre hay que situarse en la realidad histórica en la que se practicó esta restauración para realidad una crítica objetiva, ya que, en esa época este tipo de restauraciones-reconstrucciones eran las imperantes en Europa y consideradas como adecuadas, muchas de ellas salvaron gran cantidad de edificios de una ruina inminente a pesar de ser idealizados en otros aspectos de su restauración-reconstrucción.
                Tras la intervención de José Ramón Mélida, en 1921 se hizo cargo de las obras el arquitecto Aurelio Gómez Millán cuya intervención fue, desde el primer momento polémica.
                Durante su dirección se tenía que practicar la parte más compleja, la de levantar la ruina con los elementos que Mélida había encontrado en su excavación y disponerlos según algunos diseños que el propio Mélida dibujó para tratar de identificar cada pieza y el lugar donde correspondían.
                Gómez Millán tenía que practicar una reconstrucción en estilo del teatro, algo arriesgado cuya base científica la avalaba solo la anastilosis, es decir, reconstruir a partir de los materiales originales hallados. Era una apuesta tan arriesgada que se trató de evitar que se concedieran subvenciones para ello.
Vomitorio del Teatro romano de Mérida. Foto: Antonio Passaporte (entre 1927-1936)
Archivo: IPCE. Sig.: LOTY-07596
                Partía de la estructura de hormigón del edificio la cual se había mantenido en pie y sobre la cual debía reconstruir el escenario o escena.
                En 1933 la escena del teatro estaba finalizada y, desde ese año comenzó a albergar el Festival de Teatro Clásico de Mérida, en realidad el festival se crea más tarde, pero desde esa fecha se comenzaron a representar obras teatrales en el teatro.
                Un año más tarde se restauró el peristilo de la parte posterior, en la que intervino el escultor Juan de Ávalos.
                Pero no acabó aquí el “resurgir” del teatro de Mérida. En los años 40 se abre una nueva etapa en el proceso restaurador del monumento bajo la dirección del arquitecto Félix Hernández Gutiérrez.
Graderío del Teatro romano de Mérida. Foto: Antonio Passaporte (entre 1927-1936) Archivo: IPCE. Sig.: LOTY-07605
                Bajo su dirección se acometieron diversas obras de consolidación de la estructura del teatro y, nace la idea de derribar las obras llevadas a cabo por Gómez Millán en la escena ya que consideraban que había empleado los materiales de forma arbitraria y éstos eran poco adecuados con la realidad del edificio.
                Las obras de desmontado y reconstrucción del frente de escena duraron hasta el año 1954 siguiendo el método de la anastilosis.
                En 1962 se retomaron las obras con la dirección de José Menéndez Pidal quien, a parte numerosos restos arqueológicos que se depositaron muchos de ellos en el Museo Arqueológico de Mérida, se restauraron los vomitorios de la cávea, se reconstruyó parcialmente el segundo piso de la escena con fustes nuevos para las columnas, aunque para ello tuvo que desmontar parte de las obras de Gómez Millán.
Esculturas en una de las galerías de acceso al teatro. Foto: Antonio Passaporte. Archivo: IPCE. Sig.: LOTY-07597
                Se levantó también el graderío carente de asientos hasta el momento y se volvió a pavimentar la orchestra y el proscenio. En 1979 las obras de reconstrucción se dieron por finalizadas.
Graderío del Teatro romano de Mérida.
                Junto a la recuperación de las piezas originales se repusieron nuevas en algunos lugares donde fue necesario, empleando los materiales de las canteras, como las de Estremoz, de donde procedían las originales. De las esculturas del frente de escena se hicieron una réplica de las originales encargadas al escultor Francisco López Hernández. Para todo ello se empleó materiales claramente diferenciables de los originales para no generar un “falso histórico”.
                A pesar de algunas críticas negativas a este proceso de restauración, exponiendo algún motivo anteriormente citado o, haciendo mención a que la anastilosis no es el mejor método para justificar la reconstrucción de un edificio si no existe una clara evidencia de cómo fue el mismo, esta restauración ha sido alabada por la mayor parte de los arqueólogos que la han estudiado y analizado.
                Dejo a los lectores para que abran un debate al respecto si les apetece!
Escena reconstruida del Teatro romano de Mérida.

2 comentarios:

  1. Pese a lo reconstruído que pueda estar, a uno se le caen los palos del sombrajo ante esta obra que rezuma historia por los cuatro costados. Y si uno presencia una obra del Festival de Teatro, puede morir ya en paz.

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